Un martes cualquiera, paseando por la Rambla , me encontré con un
mendigo en la esquina con la calle de l’Hospital.
Nunca me he considerado una buena samaritana, ni siquiera suelo molestarme en
abrir el monedero cuando uno de tantos sintechos suplica unos céntimos en el
metro, pero ese martes me sentía solidaria y ese pobre hombre me resultaba
extrañamente familiar. Me acerqué a él
con sigilo para no asustarlo, parecía desorientado, probablemente bajo los
efectos del alcohol.
−Buenos
días señor ¿Necesita ayuda?
−Excuse
me?
Menuda mala suerte la mía, para una vez que me da por ayudar
me sale un “homeless guiri”, así que
con mi inglés macarrónico vuelvo a insistir:−Do you need some help?
−Fie, ay, I ne’d a lot of help. My
name is William and I don’t wot whence I am.
−You are in Barcelona, in the Ramblas.
−Barcelona? I shouldst be in London, mine
name is William Shakespeare and I’m working like a writer …
¡Caracoles!, ¡Rayos!, ¡Centellas!, o cualquier otra interjección
que se os ocurra. Ahora ya sé de qué me sonaba esa cara, sí señor, era William
Shakespeare, tal y como lo recordaba en los libros de literatura del instituto.
¿Qué estaba haciendo William Shakespeare en medio de la Rambla en 2014 si hacía más
de 300 años que había muerto?
Sin pensármelo dos veces lo cogí del brazo y me lo llevé de
turismo por Barcelona Nuestra primera parada fue el Conesa, en la plaza Sant
Jaume, donde el señor Shakespeare disfrutó de uno de los mejores bocadillos de
la ciudad. No entendía muy bien lo que me decía, ya que no estoy especializada
en el inglés del siglo XVI, pero por su cara vi que fue de su agrado.
Recorrimos juntos los rincones más emblemáticos de la ciudad
y disfrutó tanto del paseo que incluso me dijo que Barcelona era mucho más
bonita que Londres (o eso entendí yo). Al caer la tarde estaba destrozada, pero
no sabía qué hacer con William. Llevármelo a casa no parecía una buena opción,
pero dejar a uno de los mejores escritores de todos los tiempos abandonado en
la calle también me daba apuro.
Decidí llevarlo a la única casa que conocía en la que sería
recibido tal y como se merece. En cuanto mi ex profesor de literatura abrió la
puerta de su piso se quedó alucinado, antes de que le diera un pasmo le
expliqué la inverosímil historia que acababa de sucederme y, en vistas de la
situación, no tuvo ningún inconveniente en dar alojamiento y fonda a William el
tiempo que hiciera falta.
Dina Belanús
Dina Belanús
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada