Tres mocosos se esconden al amparo
de unas rocas. El sudor empapa sus camisas y darían cualquier cosa por beber
del riachuelo, pero aguantan la sed porque, si abandonasen su escondite,
podrían ser descubiertos por el enemigo. Johnny El Tuerto jura que perdió el
ojo luchando con un indio mientras buscaba oro en aquellas aguas, y los
chiquillos, armados con sus tirachinas, aguardan la llegada de algún sioux. Si
las cosas se ponen feas, el primero en salir corriendo será el pequeño L.M.,
porque es el chaval más veloz de todo el pueblo de Rosario. Pero tras mucho
esperar sólo aparece algún coyote y, finalmente, deciden desistir. Juegan a las
adivinanzas, saltan a la rayuela y después apuestan por algo más emocionante,
como robar unas manzanas al Sr. Smith.
De camino al huerto
del granjero, L.M. va desplazando a patadas una piedra mientras sus amigos se la intentan arrebatar. El alboroto
les delata y el viejo Smith aparece amenazándoles con un rifle. Para su
sorpresa, el valiente L.M. pone las manos en alto y le dice al anciano:
¾Señor, ¿si le enseño
unos malabarismos nos dejará marchar?
Antes de que el viejo
responda, el rápido L.M. ya está cogiendo paja del establo. La moja, la
comprime y la envuelve con su camisa, formando una suerte de fardo redondo del
tamaño de una col. El viejo Smith es una máscara inmutable arrugada por el sol.
El pequeño comienza a dar toques al invento, pasándoselo del pie a la cabeza y
de la cabeza al pie, y elevándolo varias veces con golpecitos del empeine sin
que caiga ni una sola vez al suelo. El granjero aplaude durante un buen rato y
le pregunta al pequeño por su nombre:
¾Leo, señor.
¾Bien muchacho. Tengo
un pariente en la ciudad que de buen grado querría conocerte. Se dedica a
reclutar a chiquillos excepcionales como tú. Si puedes repetir el espectáculo
de hoy, te aseguro que no necesitarás robar manzanas. Díselo a tu padre. Y
ahora: ¡largo de aquí!
De camino al pueblo,
el pequeño sigue dando patadas a una piedra. Al llegar a casa le repite a su
padre las palabras del granjero. Aquel le revuelve el cabello con cariño y le
dice a su esposa:
¾Dentro de unos días
viajaremos a la ciudad ¡Ya decía yo que el pequeño tenía talento! Con un poco
de suerte, el chico no tendrá que trabajar la tierra y podrá dedicarse al
espectáculo. Y tú, Leo ¾le dice a su hijo¾, ya puedes ir
practicando tus habilidades ¿Recuerdas el agujero bajo la valla por donde se
cuelan los perros? ¿Y ves ese saco de cebollas? Pues de una patada, ya puedes
colarlas de una en una por el boquete. Pondremos a tu hermano delante para que
lo impida y soltaremos a las gallinas para hacerlo más difícil. Recuerda que
con la mano no se vale. Y sobre todo no te olvides de que un Messi siempre juega
limpio.
Cristina Niubó
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