divendres, 7 de febrer del 2014

El malabarista


Tres mocosos se esconden al amparo de unas rocas. El sudor empapa sus camisas y darían cualquier cosa por beber del riachuelo, pero aguantan la sed porque, si abandonasen su escondite, podrían ser descubiertos por el enemigo. Johnny El Tuerto jura que perdió el ojo luchando con un indio mientras buscaba oro en aquellas aguas, y los chiquillos, armados con sus tirachinas, aguardan la llegada de algún sioux. Si las cosas se ponen feas, el primero en salir corriendo será el pequeño L.M., porque es el chaval más veloz de todo el pueblo de Rosario. Pero tras mucho esperar sólo aparece algún coyote y, finalmente, deciden desistir. Juegan a las adivinanzas, saltan a la rayuela y después apuestan por algo más emocionante, como robar unas manzanas al Sr. Smith.
De camino al huerto del granjero, L.M. va desplazando a patadas una piedra mientras sus  amigos se la intentan arrebatar. El alboroto les delata y el viejo Smith aparece amenazándoles con un rifle. Para su sorpresa, el valiente L.M. pone las manos en alto y le dice al anciano: 
¾Señor, ¿si le enseño unos malabarismos nos dejará marchar?
Antes de que el viejo responda, el rápido L.M. ya está cogiendo paja del establo. La moja, la comprime y la envuelve con su camisa, formando una suerte de fardo redondo del tamaño de una col. El viejo Smith es una máscara inmutable arrugada por el sol. El pequeño comienza a dar toques al invento, pasándoselo del pie a la cabeza y de la cabeza al pie, y elevándolo varias veces con golpecitos del empeine sin que caiga ni una sola vez al suelo. El granjero aplaude durante un buen rato y le pregunta al pequeño por su nombre:
¾Leo, señor.
¾Bien muchacho. Tengo un pariente en la ciudad que de buen grado querría conocerte. Se dedica a reclutar a chiquillos excepcionales como tú. Si puedes repetir el espectáculo de hoy, te aseguro que no necesitarás robar manzanas. Díselo a tu padre. Y ahora: ¡largo de aquí!
De camino al pueblo, el pequeño sigue dando patadas a una piedra. Al llegar a casa le repite a su padre las palabras del granjero. Aquel le revuelve el cabello con cariño y le dice a su esposa:
¾Dentro de unos días viajaremos a la ciudad ¡Ya decía yo que el pequeño tenía talento! Con un poco de suerte, el chico no tendrá que trabajar la tierra y podrá dedicarse al espectáculo. Y tú, Leo ¾le dice a su hijo¾, ya puedes ir practicando tus habilidades ¿Recuerdas el agujero bajo la valla por donde se cuelan los perros? ¿Y ves ese saco de cebollas? Pues de una patada, ya puedes colarlas de una en una por el boquete. Pondremos a tu hermano delante para que lo impida y soltaremos a las gallinas para hacerlo más difícil. Recuerda que con la mano no se vale. Y sobre todo no te olvides de que un Messi siempre juega limpio.

Cristina Niubó

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