Ginebra Holton, heredera de una
familia muy rica que poseía una gran cadena de hostales repartidos por todo el
mundo, esperaba sentada en los bancos que el TSI tenía fuera de las salas de
sentencia. No podía dejar de mirar su móvil 8G, revisando los Whatssaps de
amigos que la intentaban consolar durante aquel trance. Siempre le había
servido tener dinero, pero tener la billetera llena después de la implantación
del TSI no beneficiaba, más bien suponía un problema. El tribunal del TSI —Todos Somos Iguales—, implantado por el gobierno
recientemente, luchaba para que todos los seres del planeta se ganaran la vida
por sus propios medios, no a través de un apellido o una herencia sustanciosa.
Ginebra Holton no era la única que
esperaba impaciente la llamada del tribunal. A su lado se encontraba Tom
Suaksenajar, hijo de un actor muy famoso de los años noventa que siempre
acababa liado a mamporrazos en sus películas. Una mujer con actitud muy seria
abrió la puerta de la sala.
—Señorita Holton, adelante.
Ginebra Holton se colocó bien el
vestido y avanzó con paso decidido hacia la sala. No había más remedio que aparentar seguridad. Allí la
esperaba el tribunal, formado por un total de siete personas, tres hombres y cuatro
mujeres. En las manos del tribunal estaba el continuar con su increíble vida o
ir a parar a un campo de trabajo para ricos. En él te podía tocar cualquier
tipo de trabajo y no era posible elegir.
—Hemos estado mirando su
currículum vitae y vemos que algo ha trabajado. No es de los peores casos que
han pasado por aquí. De todas maneras, necesitamos escuchar sus argumentos.
Esperemos que sea lo suficientemente convincente.
Ginebra Holton no era culpable de ser
hija de quien era. Nadie lo es. Bien es cierto que no le hacía falta trabajar,
pero ella sentía que en su día a día aportaba algo al mundo. Había hecho sus
pinitos como actriz, había participado en algunos realities centrados en su
propia persona y ahora estaba volcada en el mundo de la música, con mucho
éxito, por cierto. Explicó todo aquello y más al tribunal y éste la hizo
esperar fuera hasta comunicarle su decisión. Ya sentada en el banco, saludó de
nuevo a Tom Suaksenajar. Pobre chico, él también había estado con un tribunal,
pero ni dos minutos. No tenía argumentos. No era difícil intuir cuál sería su
desenlace.
A las 13:27 minutos Ginebra Holton
supo el veredicto: dos años más de vida normal. Después el tribunal revisaría
de nuevo su caso. Mientras tanto, debería continuar volcada en algún tipo de
trabajo como hasta ahora. Agarró su
bolso Loewe y dejó atrás —por el momento— al TSI.
Marta Ciurana
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