Sin título
Eran las nueve de la noche. Dentro de
la mansión, el señor Gaultier cogió de su escritorio el último ejemplar de la
revista de variedades que recibía puntualmente y la leyó. A la mañana
siguiente, encontraron el cuerpo inerte junto a su pistola.
Todos los caminos llevan a
Roma
9 p.m. Dentro de la mansión, el señor
Gaultier, cuyo currículum vitae nos daría cuenta de su alto estatus, cogió de
su escritorio el último ejemplar de la revista de pecata minuta que recibía ab
aeterno y la leyó ipso facto. A la mañana siguiente, encontraron el córpore
insepulto junto a su pistola.
El ser o no ser del señor
Gaultier
Solo sé que no sé nada, pero también
sé que eran las nueve de la noche. Dentro de la mansión, el señor Gaultier
cogió de su escritorio el último ejemplar de la revista de variedades que
recibía puntualmente, porque el ser humano desea por naturaleza saber. Como
todo fluye, la leyó; solo hay un deseo motriz: el deseo. A la mañana siguiente,
el cuerpo del señor Gaultier fue encontrado junto a su pistola. El corazón
tiene razones que la razón no entiende.
El diario de Ana Rosa
Estaba yo en el piso superior,
terminando de recoger el estudio del señor. Deberían de ser las nueve de la
noche. Normalmente no me retraso tanto, pero aquel día habíamos tenido problemas
en la cocina. Luisa se había confundido otra vez con las cantidades para la
comida del día siguiente. Recuerdo que el señor entró en la estancia, me saludó
y cogió de su escritorio una revista de las muchas que lee. Siempre ha sido un
apasionado de la lectura. Se sentó en su butaca y comenzó a leerla. En un
momento dado, su rostro se descompuso, como si hubiera visto algo que no
debiera. No le di demasiada importancia, si algo he aprendido es que en mi
trabajo la discreción es importante. Me retiré del estudio y me despedí como
cada día. Entonces no sabía que esa sería la última vez que lo vería con
vida... ¡Que Dios lo tenga en su gloria! Por la mañana, entré en su dormitorio,
porque era extraño que todavía no se hubiera levantado. Creo que jamás podré
olvidar esa escena. Esa sangre... Esos ojos desorbitados... Su cuerpo yacía sin
vida sobre la cama, junto a la pistola que tenía guardada bajo llave en su mesilla
de noche. No me explico qué le pudo llevar a hacer eso. Se le veía un hombre
con una vida tan serena.
Oda
al señor Gaultier
Nueve
campanadas trajo el aire,
anunciaban
una risa y ocho llantos.
El
señor Gaultier ensimismado,
un
pasatiempo borraba sus
desencantos
cotidianos.
No
habrá un nuevo amanecer.
Una
pistola fría descansa junto a su cuerpo,
aquella
que sesgó su vida.
Marta Ciurana
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