dimarts, 13 de gener del 2015

Teixint contes


Había una vez unos alumnos delante de unos documentos de Word en blanco. En la última clase, Andreu, el profesor del curso Teixint contes, les había pedido que crearan una utopía. Para ello, les había explicado las claves del género y les había comentado las grandes obras del mismo. Pero una cosa era la teoría y otra muy distinta la práctica.
Quizá por eso chirriaban los engranajes de sus cerebros mientras las neuronas se preguntaban qué deseaban escribir en realidad. La información ayudaba a generar ideas. Si bien con eso no bastaba. Además necesitaban un 90% de trabajo y un 10% de transpiración. Ése era el material necesario para crear una historia.
Pero, ¿qué era una utopía?, se preguntó. Y tras unos cuantos intentos fallidos, volaron los dedos por el teclado. Una utopía se definía como la creación de un mundo ideal presentado como alternativa a la realidad existente. Y todas las letras, sílabas, palabras, frases y párrafos escritos hasta ahora apuntaban en esa dirección. Crear un mundo donde todo tenía sentido y primaba la libertad, donde las obligaciones y los placeres se entremezclaban, diluyéndose sus límites.
Y entonces se dieron cuenta. Una utopía era una especie de hilo de Ariadna, cuyas funciones consistían en marcar el camino de salida del laberinto del Minotauro. Aquel era el verdadero material para tejer cuentos, para atrapar sueños en telarañas y retenerlos allí con la intención de utilizarlos como parapeto contra el rutinario mundo real.

Una vez acabadas las utopías, los teclados enmudecieron y los cuentos llegaron a manos de Andreu. Correcciones mediante, los sueños ocuparon su lugar en el blog de la biblioteca. Y el resto ya es historia. 

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