divendres, 2 de maig del 2014

Cuatro formas diferentes

Sin título
Eran las nueve de la noche. Dentro de la mansión, el señor Gaultier cogió de su escritorio el último ejemplar de la revista de variedades que recibía puntualmente y la leyó. A la mañana siguiente, encontraron el cuerpo inerte junto a su pistola.

Todos los caminos llevan a Roma
9 p.m. Dentro de la mansión, el señor Gaultier, cuyo currículum vitae nos daría cuenta de su alto estatus, cogió de su escritorio el último ejemplar de la revista de pecata minuta que recibía ab aeterno y la leyó ipso facto. A la mañana siguiente, encontraron el córpore insepulto junto a su pistola.

El ser o no ser del señor Gaultier
Solo sé que no sé nada, pero también sé que eran las nueve de la noche. Dentro de la mansión, el señor Gaultier cogió de su escritorio el último ejemplar de la revista de variedades que recibía puntualmente, porque el ser humano desea por naturaleza saber. Como todo fluye, la leyó; solo hay un deseo motriz: el deseo. A la mañana siguiente, el cuerpo del señor Gaultier fue encontrado junto a su pistola. El corazón tiene razones que la razón no entiende.

El diario de Ana Rosa
Estaba yo en el piso superior, terminando de recoger el estudio del señor. Deberían de ser las nueve de la noche. Normalmente no me retraso tanto, pero aquel día habíamos tenido problemas en la cocina. Luisa se había confundido otra vez con las cantidades para la comida del día siguiente. Recuerdo que el señor entró en la estancia, me saludó y cogió de su escritorio una revista de las muchas que lee. Siempre ha sido un apasionado de la lectura. Se sentó en su butaca y comenzó a leerla. En un momento dado, su rostro se descompuso, como si hubiera visto algo que no debiera. No le di demasiada importancia, si algo he aprendido es que en mi trabajo la discreción es importante. Me retiré del estudio y me despedí como cada día. Entonces no sabía que esa sería la última vez que lo vería con vida... ¡Que Dios lo tenga en su gloria! Por la mañana, entré en su dormitorio, porque era extraño que todavía no se hubiera levantado. Creo que jamás podré olvidar esa escena. Esa sangre... Esos ojos desorbitados... Su cuerpo yacía sin vida sobre la cama, junto a la pistola que tenía guardada bajo llave en su mesilla de noche. No me explico qué le pudo llevar a hacer eso. Se le veía un hombre con una vida tan serena.

Oda al señor Gaultier
Nueve campanadas trajo el aire,
anunciaban una risa y ocho llantos.
El señor Gaultier ensimismado,
un pasatiempo borraba sus
desencantos cotidianos.
No habrá un nuevo amanecer.
Una pistola fría descansa junto a su cuerpo,
aquella que sesgó su vida.


Marta Ciurana 

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